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LOS NIÑOS: JOYAS PRECIOSAS LISTAS PARA CRISTO



Muchas personas inician un ministerio para niños porque han sentido en su corazón el llamado, pero la verdad es que muchas de ellas se «lanzan al agua» con innumerables preguntas. 

¡Evangelicemos a los niños!

Una de las preguntas que con mayor frecuencia hacen los que trabajan con niños, y sobre todo los que recién empiezan este ministerio, es: «¿Qué debo hacer en el tiempo que dispongo con los niños?» A esta pregunta a menudo le siguen otras:

¿Debo leerles libros?
¿Debo contar cuentos?
¿Debo enfocar principalmente cuentos de la Biblia?
¿Debo enseñar sólo verdades bíblicas?
¿Debo darles manualidades?
¿Debo animarles a algún tipo de actividad física o manual?
¿Debo jugar con ellos?

Es posible que la mayoría de estas preguntas reciban una respuesta afirmativa, dependiendo del tiempo que se disponga. Pero falta una pregunta clave, y es precisamente a esa pregunta que queremos dirigirnos y responder en este libro.

¿Debo evangelizar a los niños?

Si la respuesta es: «Sí», esto automáticamente llevará a otras preguntas relacionadas:

¿Qué significa evangelizar a niños?
¿Por qué debo evangelizar a niños?
¿Cómo debo evangelizarles?
¿Cuándo y dónde debo evangelizarles?

Sin embargo, hay otras dos preguntas básicas a las que debemos dirigirnos al contestar preguntas tales como las que se mencionan arriba. Y nuestras respuestas a estas dos preguntas son absolutamente fundamentales.

¿Qué nos enseña la Biblia en cuanto al tema?

Dios nos ha dado su Palabra para que podamos conocer las respuestas a estas y muchas otras preguntas. Nuestras respuestas no se deben basar en la razón, los sentimientos, la psicología, las emociones o las palabras humanas, por más que provengan de expertos, sino inspiradas en la infalible Palabra de Dios.

¿Cuáles son las verdaderas necesidades y problemas de los niños a quienes enseñamos?

Queremos que nuestra enseñanza satisfaga las necesidades y los problemas que realmente tienen los niños. En consecuencia, debemos descubrir a partir de la Biblia y de la experiencia cuáles son y luego, asegurarnos que nuestro ministerio a los niños es el que mejor va a solucionar esos problemas y satisfacer esas necesidades.

Carlos Spurgeon fue uno de los más grandes pastores y predicadores de todos los tiempos, y Dios lo usó grandemente en Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XIX. Fue pastor del Metropolitan Tabernacle en Londres durante muchos años, y en los cultos matutinos y vespertinos de los días domingo la congregación llegaba a 5.000 ó 6.000. También fundó un seminario para la capacitación de pastores, y un orfelinato. Además tuvo un importante ministerio escrito, y sus sermones de los domingos fueron impresos y distribuidos por todo el mundo, alcanzando millones de copias.

Amaba mucho a los niños y creía fervientemente en la evangelización de niños. En coherencia con este interés, estableció cuarenta y nueve escuelas dominicales, filiales de la principal en el Tabernacle. La suma total de niños que asistían llegó a 7.887. Además animó a los 500 niños del orfelinato a ocupar las primeras bancas en la iglesia cada domingo por la mañana para que oyeran la predicación.

Pensé que sería un estímulo especial para los pastores leer estos comentarios suyos:

El señor Jesús nos dice a nosotros, sus discípulos: Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura» (Marcos 16:15).

Pablo escribió a los Romanos: «Porque "todo el que invoque el nombre del Señor será salvo". Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique? ¿Y quién predicará sin ser enviado? Así está escrito: "¡Qué hermoso es recibir al mensajero que trae buenas nuevas!"» (Romanos 10:13-15).

Pablo le recordó a Timoteo: «Dedícate a la evangelización» (2 Timoteo 4:5).

Una parábola de pescadores sin pescados

Aconteció que hubo un grupo de personas que se llamaban pescadores, y he aquí que había muchísimos peces en las aguas alrededor. En realidad, toda la zona estaba rodeada de riachuelos y lagunas llenas de peces hambrientos.

Semana tras semana, mes tras mes, año tras año, aquellos que se llamaban pescadores se reunían para hablar acerca de su llamado a la pesca y las maneras de pescar.

Año tras año definían cuidadosamente lo que significaba pescar, definían la ocupación de pescador, y declaraban que la pesca era la tarea principal de los pescadores.

Continuamente buscaban nuevos y mejores métodos para pescar, y nuevas y mejores definiciones de la pesca. Sin embargo, había una cosa que no hacían: no pescaban.

Se construyeron centros de capacitación grandes, complicados y caros, cuyo propósito principal era enseñar a los pescadores cómo pescar. A lo largo de los años se ofrecieron cursos en cuanto a la necesidad de pescar, la naturaleza de los peces, dónde encontrar los peces, clasificación de los peces, y las reacciones psicológicas de los peces.

Los que enseñaban tenían doctorados en pezología, pero no pescaban, tan sólo enseñaban pesca. Año tras año, después de tediosa capacitación, muchos se graduaron y recibieron licencias para pescar.

Luego de una reunión acerca de la necesidad de pescar, un joven salió a pescar. Al día siguiente informó que había sacado dos notables peces. Se le honró por su excelente faena, y le invitaron a hablar en todas las grandes reuniones, a fin de que contara cómo había sacado a los dos grandes peces. Así que dejó la pesca para tener el tiempo necesario para hablar de sus experiencias con otros pescadores y para realizar una película acerca de la gran pesca. Además fue nombrado miembro del comité general de pescadores con motivo de su gran experiencia.

Ahora bien, es cierto que muchos de los "pescadores" eran realmente sinceros y sacrificados y soportaban muchas dificultades. ¿Acaso no seguían al maestro que les había dicho: «Síganme y los haré pescadores de hombres»? Imaginemos lo dolidos que se sintieron algunos cuando un día alguien se puso de pie e insinuó que los que no pescaban peces no eran pescadores, por más que dijeran serlo. Y sin embargo, sonaba correcto.

¿Es una persona un pescador si año tras año nunca pesca? ¿Es uno seguidor si no está pescando?


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